La democracia no consiste únicamente, como se nos hace creer desde el poder político, en votar. De hecho, las premisas que convencionalmente legitiman o no a un Estado de derecho como democrático son tres: disfrute de libertades, elección proporcional de representantes y separación de los poderes del Estado.
En el régimen político español, concretamente, votar no supone garantía democrática alguna. Las libertades se limitan a los derechos sociales básicos, sujetos a recortes constantes y arbitrarios: reunión, prensa… mientras se mantienen prohibidas las libertades políticas: referéndum vinculante, iniciativa popular legislativa, de reforma constitucional… Resulta difícil considerar democrático un país que así cercena la expresión popular ¿para qué reunirse, si no dispondremos de herramientas para sacar adelante los consensos?
El mismo voto, merced al funcionamiento ademocrático y opaco de los partidos políticos, las listas cerradas, la no obligatoriedad de elecciones primarias y otros factores, mantiene una proporcionalidad ridícula. Votamos listas confeccionadas por las élites a puerta cerrada, y el rebaño parlamentario vota en bloque, sujeto a la disciplina del voto. Finalmente, no profundizaremos en este texto en la separación de poderes, inexistente del todo, y objeto de desmontaje propio por ser una de las mentiras más absurdas de la clase política.
Peor es saber que lo que en estas condiciones votamos no es ni si siquiera la contienda por ejercer el poder absolutista que parece. Como luchadores del amañado wrestling, los políticos gesticulan y se contorsionan en la tribuna mientras interpretan su papel trincherista, pero se abrazan alborozados tras bambalinas, contentos con el papel que el poder económico, los que mandan en la sombra, les han dado a interpretar en la comedia.
Hemos denunciado públicamente el sistema político vigente, en todo momento, y el sistema de elección de representantes, concretamente en las elecciones generales del 20N. Rechazamos frontalmente el actual sistema y exigimos su inmediata reforma. Y decimos: lo llaman democracia, y no lo es.