Se dice que la energía nuclear no genera CO2, por lo tanto es la única opción que tenemos para sustituir a las fuentes de energía fósil y luchar contra el cambio climático.
Aunque la energía nuclear no genera CO2 durante la generación de electricidad en las centrales nucleares, sí tiene emisiones asociadas en el ciclo completo del uranio, desde su extracción en minas a cielo abierto, hasta el desmantelamiento de las centrales y la gestión de los residuos, pasando por el enriquecimiento, transporte, construcción de las centrales, y la operación y mantenimiento de las mismas. En total, las emisiones asociadas a la industria nuclear son superiores a las de cualquiera de las fuentes renovables.
Además, la energía nuclear no es generalizable a toda la población mundial, por las reducidas reservas de uranio y los peligros que acarrea, genera residuos de alta actividad para los que no hay solución, y tiene dificultades para cubrir la demanda energía para calor y movilidad. Otro factor a tener en cuenta es el reducido margen de tiempo que hay para cambiar de modelo energético y el alto coste económico y temporal para construir las centrales nucleares.
La energía nuclear está fuertemente implantada en algunos de los países industrializados, que son los que más energía consumen. De hecho, mucha más de la que sería necesaria para llevar una vida de calidad, por lo que la opción pasa por reducir el consumo.
La energía nuclear, además, no se puede modular, por lo que aún si fuera posible asumir gran parte de la demanda proveniente de ella harían falta sistemas de apoyo contaminantes. Por todo ello, la energía nuclear no es una alternativa al modelo energético actual, sino una simple huida hacia delante.
Un futuro sostenible y capaz de luchar efectivamente contra el cambio climático pasa por las energías renovables, junto con medidas de ahorro y eficiencia que nos permitan reducir drásticamente nuestro consumo de energía y materiales.
Ecologistas en acción
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